martes, 25 de septiembre de 2018

Los Sentimientos de la Nación


Fragmento de la Carta de Morelos a James Madison,  julio 1815

Los desastres que traen consigo las alternativas de la guerra, y a los que alguna vez nos ha precipitado nuestra propia inexperiencia, jamás han abatido nuestros ánimos, sino que, sobreponiéndonos constantemente a las adversidades e infortunios, hemos sostenido por cinco años nuestra lucha, convenciéndonos prácticamente que no hay poder capaz de sojuzgar a un pueblo determinado a salvarse de los horrores de la tiranía […] Nuestro sistema de gobierno, habiendo comenzado, como era natural, por los informes rudimentarios, se ha ido perfeccionando sucesivamente, según que lo han permitido las turbulencias de la guerra y hoy se ve sujeto a una Constitución cimentada en máximas a todas luces liberales y acomodada en cuanto ha sido posible al genio, costumbres y hábitos de nuestros pueblos, no menos que a las circunstancias de la revolución nos ha impuesto. Con el transcurso del tiempo, recibirá modificaciones y mejoras a medida que no ilustre y nos enseñe la experiencia; pero nunca nos desviaremos una sola línea de los principios esenciales que constituyen la verdadera libertad civil”.  

Tomado de “Carta escrita por Morelos a James Madison, presidente de Estados Unidos de América”, 14 de julio de 1815, en Agustín Churruca Pelaez, Pensamiento Insurgente de Morelos, México, Porrua, 1983, p.77.

¿Por qué los escribieron?

Los Sentimientos de la Nación son básicamente un documento, pero no uno cualquiera, sino uno con importancia vital para la creación de la que hoy es conocida como la constitución mexicana; este documento fue redactado por José María Morelos y Pavón en 1813, tan sólo unos años después de haber iniciado las rebeliones campesinas que buscaban la independencia de México y su separación completa de la corona española.
La idea inicial de una constitución política para México, la cual incluso en peso de cierta forma a funcionar solamente entre los insurgentes que ya habían logrado tomar algunas ciudades, fue en realidad de Ignacio López Rayón, quien estaba en contra de que España abusara constantemente de México, pero a pesar de ello tenía aprecio por Fernando VII, por consiguiente buscaba que él siguiese en el poder y que lo único que ocurriera en realidad fuera un trato igualitario para México, pero sin desligarse de España.
Sentimientos de la nacionLópez Rayón creó una junta llamada la Suprema Junta Gubernativa de América, en la cual incluyó a José María Morelos y Pavón, quien desde el principio estuvo en contra de sus ideas de constitución por incluir a la corona española; gracias a diferentes factores, como por ejemplo los constantes ataques de las fuerzas armadas realistas y al mismo tiempo las diferencias entre López Rayón y Morelos y Pavón, la junta terminó disolviéndose y fue cuando Morelos decidió publicar Los Sentimientos del Nación.
La primera mención de Los Sentimientos de la nacion
Fue en septiembre de 1813 cuando se instaló el primer parlamento constituyente y en el mismo fue que Morelos pronunció dentro de su discurso inaugural los artículos de este documento, entre los cuales destacan principalmente declarará México independiente de España y de cualquier otra nación, afirmar la religión católica como única aceptada intolerancia alguna de otras religiones; dividir al gobierno en tres poderes: legislativo, ejecutivo y judicial.
También se reservaban los empleos exclusivamente para los mexicanos, se buscaba mejorar la igualdad social, se prohibió la distinción de castas y la esclavitud también; aunque como tal este documento en realidad era solamente una propuesta, en octubre de 1814 se sancionó la que hoy conocemos como la constitución de Apatzingán, la primer constitución del México independiente, la cual estaba en realidad basada en su mayoría en este documento, dejando completamente fuera del poder mexicano a cualquier otra nación.

domingo, 23 de septiembre de 2018

La crisis política novohispana


Durante el siglo XVII,  las élites criollas de las colonias españolas comenzaron a entrar en contacto con las ideas de la ilustración francesa. Si bien el pensamiento ilustrado español fue menos radical y menos revolucionario, la presencia de las nuevas ideas generó reflexiones inéditas en torno a la naturaleza del poder del rey, a la función de las leyes y a la participación  de los súbditos en las políticas del reino.
  Con la invasión francesa en 1808 generó que entre los españoles, incluidos muchos criollos americanos, surgiera un descontento generalizado hacia José Bonaparte, quien fue puesto en el trono español a la fuerza. Por esto fue que sus súbditos lo desconocieron como el legítimo monarca y lo trataron como a un usurpador.
  Esto desencadeno una guerra de independencia en aquella monarquía. Estos eventos fueron muy provechosos para los criollos americanos que vieron la oportunidad de organizar gobiernos autónomos de la metrópoli, mientras regresaba el legítimo monarca al trono.
  Tanto fue el caos que la invasión francesa causo en el reino español, que en 1810 los criollos novohispanos organizaron un movimiento armado que 11 años más tarde darían origen al México independiente.

Ideas ilustradas en las posesiones españolas en América
Los borbones españoles estuvieron muy influenciados por las ideas de la ilustración francesa. Todos ellos ejercieron su poder con base en el absolutismo monárquico, es decir, a partir de buscar el mayor beneficio para sus súbditos pero con la menor participación política de los mismos.
  En la España del siglo XVIII, las élites ilustradas conocieron las obras de grandes filósofos como Montesquieu, Voltaire, Rousseau y Diderot. Sin embargo, a diferencia del caso francés, la ilustración española no tuvo un carácter revolucionario ni ateo.
  La preocupación de los pensadores ilustrados españoles se concentraba en su mayor parte en la construcción de una economía estable y fuerte, basados en las ideas de la fisiocracia; en el combate de los prejuicios tradicionales y las supersticiones, así como en el impulso de la educación y el desarrollo científico. Algunos de los principales pensadores  ilustrados españoles fueron Benito Jerónimo Feijóo (1676-1764), el Conde de Campomanes (1723-1802), el Conde de Jovellanos (1744-1811) y Francisco Cabarrús (1752-1810). 
  Escritor Pedro Rodríguez Campomanes. En
  manos de funcionarios como él estuvieron las
  reformas borbónicas.
  Las ideas de la ilustración española fueron conocidas por las élites más educadas de la élite de la Nueva España, gracias a la llegada de libros y noticias provenientes de Europa. Esto puso a los criollos en contacto con conceptos como la tolerancia religiosa, la soberanía popular, el valor de la ley o la existencia de ciudadanos. Muy pronto, el pensamiento modernizador se introdujo en diferentes áreas del conocimiento y las ciencias.
  Muchos médicos, astrónomos, matemáticos y botánicos de Nueva España comenzaron a desarrollar teorías e ideas a fines a la ilustración europea. Por otro lado, en Nueva España los Jesuitas criollos fueron promotores importantísimos de la mentalidad ilustrada. En sus colegios y cátedras universitarias, muchos de ellos difundieron las ideas ilustradas, con una versión hispánica particular. Ésta combinó los principios del racionalismo francés con las creencias religiosas del catolicismo.

La invasión francesa de España
En los últimos años de la Revolución francesa, Inglaterra fue el principal rival de los franceses, Portugal era aliado importante de la potencia comercial, por lo que, en 1808, Napoleón decidió ocupar el territorio portugués para asestar un golpe a su enemigo histórico.
  En 1807, el ministro español Manuel Godoy (1767-1851) firmo con Napoleón los Tratados de Fortainebleau. En ellos se acordó que las tropas francesas podían entrar y establecerse libremente en los territorios españoles, con el propósito de facilitar la invasión de Portugal. En realidad, este acuerdo posibilito la ocupación francesa de España.
  La política de Carlos IV (1748-1819) y de su ministro Godoy era cada vez más impopular entre muchos sectores del reino. Este malestar dio origen a un gran grupo opositor que buscó destituir al monarca en favor de su hijo Fernando VII (1784-1833). El 19 de marzo de 1808 estalló el motín de Aranjuez, una revuelta popular que exigió al rey abdicar y dejar el trono al príncipe de Asturias.
  Frente a estos acontecimientos, Napoleón Bonaparte intervino como mediador. El emperador francés llamó al monarca español y a su hijo a Bayona; allí les obligó a dejar el trono a su hermano José Bonaparte (1768-1844). Las abdicaciones de Bayona generaron gran descontento entre los súbditos españoles tanto en la península como en los territorios de ultramar.
  El 2 de mayo de 1808 iniciaron las insurrecciones antifrancesas en Madrid. Los españoles veían a José Bonaparte como un usurpador, a quien no podían reconocer como el monarca legítimo. Así comenzaron los movimientos de insurrección en España.
  De acuerdo con la tradición medieval hispánica, a falta de un monarca legítimo, el poder del gobierno debería recaer en las juntas provinciales hasta que se elegía a un nuevo rey. Así en 1808, las juntas se organizaron para crear la Junta Central Suprema. Un año más tarde, se convocó a cortes extraordinarias para redactar una Constitución. A esta reunión se les conocería como las Cortes de Cádiz a las cuales cada provincia del reino debía enviar un representante. Este vacío del poder despertó el interés de los novohispanos, quienes veían con buenos ojos la reorganización del poder político en el reino.

  La resistencia del pueblo español a la invasión francesa se
  muestra en este cuadro. Francisco Goya, 3 de mayo de 1808
  [oleo sobre lienzo], Museo del Prado, Madrid, 1814.

El criollismo y el anhelo de autonomía
A fala de soberano, los criollos y peninsulares de Nueva España se preguntaron a quién debían obedecer. Las opiniones se dividieron en dos. Por un lado, los miembros de la Audiencia de México, casi todos peninsulares, recomendaron esperar un poco para ver si la situación en España se calmaba. Su opinión era no modificar ni alterar el orden de gobierno en la Nueva España y aguardar a que las cosas se resolvieran en la metrópoli.
  Sin embargo los miembros del Ayuntamiento de la Ciudad de México, en su mayoría criollos, no opinaban lo mismo que los peninsulares. Ellos proponían que la Nueva España organizara su propia Junta de gobierno y que el Ayuntamiento gobernara mientras Fernando VII volvía al trono.
  En realidad, esta división de opiniones dejaba en claro una situación: la tensión que ya existía entre criollos y peninsulares del reino. Durante el siglo XVIII, los criollos novohispanos desarrollaron un fuerte sentido de identidad local. El esplendor cultural y la bonanza económica del reino los lleno de orgullo y de sentimientos de pertenencia al territorio americano.
  El orgullo criollo o criollismo tuvo una de sus expresiones más importantes en el culto a la Virgen de Guadalupe. De acuerdo con la mentalidad religiosa novohispana de la época, María, la madre de Dios había elegido a Nueva España como su morada terrena. Esta elección era la muestra indiscutible de la riqueza y singularidad de un reino que sin duda debía ser favorito del Creador.
  El espíritu de orgullo y grandeza americana cobró especial fuerza entre los Jesuitas criollos de Nueva España. Dos de los más destacados fueron Francisco Javier Clavijero (1731-1787) y Francisco Javier Alegre (1729-1788). Muchos de ellos se sintieron indignados frente a las calumnias que algunos autores europeos sostuvieron sobre la “naturaleza” y el “hombre americano”.
  El abate Raynal (1713-1796), el conde de Buffon (1707-1788) y Cornelio de Pauw (1739-1799) defendían la hipótesis de que en América, las especies animales y vegetales siempre eran inferiores a las europeas. Estas ideas causaron gran indignación entre los criollos americanos, que rápidamente escribieron obras para demostrar lo contrario: el valor y la grandeza de las especies naturales americanas.
  Para fines del siglo XVIII y principios del XIX, muchos criollos se habían enriquecido significativamente, sin embargo, las reformas borbónicas les impedían ocupar cargos altos dentro de la administración pública y el gobierno. Esto causo gran malestar y descontento entre los criollos americanos, quienes se veían cada vez más desplazados por los peninsulares.

El golpe de Estado de los peninsulares
En la Nueva España, las opiniones estaban cada vez más divididas entre los miembros de la Audiencia de México y el Ayuntamiento de la Ciudad de México. Lo cual, causó que algunos súbditos tomaran acciones drásticas.
  El derrocamiento del virrey Iturrigaray en 1808 dio pie
  a años de discordia política que concluyeron con la
  independencia de Nueva España en 1821.
  El virrey José de Iturrigaray (1742-1815) convocó a una reunión con la Audiencia y el Ayuntamiento para tomar una decisión al respecto. La tensión entre criollos y peninsulares era evidente y después de arduas discusiones, el virrey apoyó al partido criollo del Ayuntamiento y organizó una Junta Provincial novohispana.
  Ante aquella decisión, los peninsulares de la Audiencia se sintieron traicionados por el virrey. El 15 de septiembre de 1808, el hacendado español Gabriel de Yermo (1757-1813) dio un golpe de Estado contra el Ayuntamiento y tomó preso a Iturrigaray y a los criollos Francisco Primo de Verdad (1760-1808) y Juan Azcarate (1767-1831). Estos últimos habían estado involucrados en la organización de la Junta de gobierno.
  El golpe contra el Ayuntamiento y el encarcelamiento de estos personajes enfureció a muchos criollos quienes, en distintas regiones, comenzaron a organizar diversas conspiraciones para derrocar a los peninsulares del territorio novohispano. 

  El abogado Francisco Primo de Verdad fue uno de
  los primeros precursores de la independencia.

Conspiraciones e insurrecciones de 1810

En 1809, el general José María Obeso (1783-1816) y José María Michelena (1772-1852) organizaron la conspiración en Valladolid, que fue descubierta y sofocada de inmediato.
Un año más tarde en 1810, Ignacio Allende (1769-1811), Juan Aldama (1774-1811), el cura Miguel Hidalgo (1753-1811) y los corregidores Miguel Domínguez (1756-1830) y Josefa Ortiz de Domínguez (1768-1829) fraguaron la conspiración de Querétaro. En ella se propuso crear una junta de abogados, regidores y eclesiásticos criollos, con el propósito de que asumieran el poder mientras Fernando VII regresaba al trono como el soberano legítimo de España. Los conspiradores planeaban levantarse en armas en diciembre de 1810, pero al ser descubierta, decidieron adelantar la rebelión para septiembre.
  Hidalgo, Aldama y Allende fueron criollos que participaron en el
  movimiento de independencia.
  En la madrugada del 16 de septiembre, el cura Hidalgo subió al campanario de su parroquia en el pueblo de Dolores y llamo a los feligreses a levantarse en armas contra el gobierno. En ese primer momento de la lucha, el movimiento sólo buscaba quitar del poder a los peninsulares y dar paso a que los criollos fueran los que ocuparan esos cargos en el gobierno, pero sin romper lazos con la Corona española.






En su convocatoria Hidalgo reconoció la legitimidad del Fernando VII como monarca de Nueva España y en ningún momento llamo a una independencia de la madre patria, tampoco hablo de defender a los sectores más vulnerables de la sociedad novohispana, ni llamó a una reivindicación social. En su primera etapa, el movimiento fue una convulsión de las élites criollas que deseaban liberarse del dominio peninsular dentro del territorio americano.
  Hidalgo libero a muchos presos de las cárceles, quienes de inmediato se unieron a su contingente. Pronto también se le sumó, el Regimiento de Dragones de la Reina, al mando del capitán Ignacio Allende. Los seguidores de Hidalgo avanzaron hacia Atotonilco; allí el jefe del movimiento tomó el estandarte de la Virgen de Guadalupe, que a partir de ese momento en una insignia de los independentistas.
  A pesar de la falta de un verdadero ideario social, los pobres se adhirieron al movimiento de Hidalgo buscando una oportunidad de mejorar sus condiciones de vida. Para muchos de ellos el cura Hidalgo era el mesías libertador que habría de terminar con el yugo de la miseria y el hambre.
  Las huestes del cura Hidalgo llegaron Guanajuato donde el descontrol de la masa enardecida propicio robos, asesinatos y saqueos de las casas de españoles. Allende reprobó que Hidalgo no hubiera hecho nada para detener al pueblo enfurecido.

   La toma de la Alhóndiga de Granaditas, en Guanajuato, por las
   huestes de Hidalgo generó que la Iglesia lo excomulgara.


Los insurgentes continuaron avanzando y llegaron a Cuajimalpa. Allí, las tropas libraron la batalla de monte de las cruces, de la que salieron victoriosos. A pesar de ello. Hidalgo ordenó a sus tropas replegarse y no ocupar la capital. A la fecha, nadie sabe la razón por la cual Hidalgo tomó la decisión de retirarse. Es probable que el episodio vivido en Guanajuato allá motivado al cura de Dolores a evitar una matanza similar en la Ciudad de México.
  Allende y Aldama reprobaron la actitud de Hidalgo y decidieron quitarle el liderazgo del movimiento. En su lugar nombraron jefe supremo de los ejércitos insurgentes a Ignacio López Rayón (1773-1832). A partir de este momento se inició, la guerra entre los insurgentes y los realistas.
  En Cuajimalpa, las fuerzas insurgentes se dividieron: por un lado, Allende se fue a Guanajuato, mientras que Hidalgo se dirigió a Guadalajara. Además, éste fundó un periódico El Despertador Americano, abolió la esclavitud y declaró que asesinar gachupines (españoles) era causa legítima del movimiento.
  En 1811, Hidalgo, Allende, Aldama y Jiménez, fueron aprisionados en Chihuahua. Se les formuló un juicio político y, tras encontrarlos culpables, fueron fusilados. Para escarmentar a los insurgentes y atemorizar a los rebeldes en potencia, los cuatro fueron decapitados y sus cabezas puestas en jaulas que colgaban a cada esquina de la Alhóndiga de Granaditas en Guanajuato, poniendo fin a la etapa de los conspiradores de Querétaro en el movimiento. Pero lamentablemente para los españoles, la semilla ya había sido plantada y están germinando, dado que el movimiento no murió con Hidalgo y sus colaboradores, sino que continuó creciendo y modificando su finalidad.

Para más información te invito a ver el siguiente video. 



Fuente bibliográfica:
Alejandra Maldonado Rios, Estela Roselló Soberón. Historia 2 Secundaria. SM Ediciones. México, 2015. Pp. 86-93.


jueves, 20 de septiembre de 2018

Nueva España, los primeros efectos de las reformas borbónicas



Ubicación temporal y espacial del movimiento de Ilustración, las reformas borbónicas y el proceso de Independencia

En la primera mitad del siglo XVIII murió el último rey Habsburgo (sin dejar descendencia); su lugar lo ocupó el primer monarca borbón español. Esto significó la llegada de un proyecto modernizador, inspirado en las ideas ilustradas de Europa. A partir de 1750, los Borbones promovieron varias reformas que introdujeron el pensamiento de la Ilustración a Iberoamérica. En Nueva España, las reformas tuvieron mayor fuerza en la segunda mitad del siglo XVIII.
  Con el fin de hacer más eficiente la administración del territorio, el proyecto político de los Borbones creó nuevas unidades geopolíticas, conocidas como intendencias, que facilitaron a las autoridades el control sobre los súbditos americanos.
  Las reformas borbónicas también impulsaron la producción económica, liberalizaron al comercio, centralizaron el poder en la persona del monarca y los funcionarios que dependían directamente del él. Todo esto tuvo efectos materiales muy provechosos para el virreinato.
Pese al progreso material, el desarrollo económico no vino acompañado de los cambios y ajustes necesarios para mantener la paz, la unidad y el equilibrio social. Para fines del siglo XVIII y la primera década del XIX había varios sectores inconformes.

Mapa de la división y extensión territorial de la Nueva España durante el siglo XVIII

La transformación de la monarquía española y las reformas de Nueva España

Para el siglo XVIII, España ya no era la potencia política y comercial que había sido en los siglos XVI y XVII. En su lugar Inglaterra se había convertido en el actor internacional con mayor presencia y prestigio, en el mar y el comercio; mientras, Francia se consolidaba como una monarquía fuerte, centralizada y culturalmente reconocida en toda Europa.
  Cuando los Borbones subieron al trono en 1713, comprendieron la urgencia de emprender un proyecto modernizador que pusiera a España a la par de las otras naciones europeas. Este plan se llevó a cabo a partir de la puesta en marcha de varias reformas en los territorios de la monarquía hispánica.
  En Nueva España, las reformas borbónicas se reflejaron en una política más centralista, que buscó limitar el poder de las autoridades regionales para fortalecer la del rey. Además, las enmiendas pretendieron mejorar la extracción de recursos naturales, abrir el comercio y modernizar la administración del reino. Nueva España se había enriquecido enormemente. A pesar de ello, la riqueza no se distribuyó de manera justa ni equitativa: las diferencias y contrastes sociales se hicieron más evidentes.


Las reformas borbónicas
En 1701, Carlos II de España murió sin dejar hijos que lo sucedieran en el trono. Con él se extinguió la dinastía Habsburgo. El primero, y con más primero y con más posibilidades para convertirse en el monarca español era Felipe de Anjou, nieto de Luis XIV y de María Teresa, hermana de Carlos II.


  Luis XIV tuvo grandes planes para imponer la hegemonía francesa
  en Europa.Uno de ellos fue colocar a su nieto en el trono español.
Felipe pertenecía a la dinastía de los Borbones franceses y también era heredero a este último trono. De convertirse en rey español, Francia se fortalecería aún más como potencia europea de la época. La situación preocupo al resto de los monarcas del continente. De inmediato, Leopoldo I de Austria exigió que su hijo, el archiduque Carlos de Austria, subiera al trono español, alegando que eran ellos, la dinastía de los Habsburgo, los herederos legítimos del imperio hispánico.



La situación derivo en el estallido de la guerra de sucesión, un conflicto internacional que involucró a varias potencias europeas y que, con la Paz de Utrecht, concluyó en 1713. Entre las ventajas, este tratado reconoció a Felipe V como monarca legítimo del imperio español. Con ello terminó la era de los Habsburgo en España e inauguró la etapa de los Borbones en aquella monarquía.


  La batalla de Almanza en 1707 definió la sucesión al trono
  de España; puso fin a casi 200 años de reinado de la casa de
  Austria y marcó el inicio de la era de los Borbones.

El evidente crecimiento militar y comercial de Inglaterra había dejado a la corona española en un evidente atraso y debilidad que la nueva familia real buscó remediar. La familia Borbón busco emprender un proyecto de modernización española que impulsara a la nación y recuperará el puesto que en algún punto de historia le había pertenecido. El proyecto consistió en la aplicación de una serie de reformas económicas, políticas, sociales y culturales que, en efecto, transformaron a las sociedades iberoamericanas a partir del siglo XVII.


  Se dice que la Ilustración no llegó a
  España, pero Gaspar Melchor de
  Javellanos (1744 - 1811), literato y
  científico, demuestra lo contrario.
Las reformas borbónicas se pusieron en marcha a partir del reinado de Felipe V, sin embargo el proyecto tomó verdadera fuerza en los reinados de sus hijos Felipe VI y Carlos III, lo mismo que con su nieto Carlos IV. Si bien todos ellos se vieron entusiastas de este proyecto los cambios más notorios se dieron durante el reinado de Carlos III.
  Este último monarca se hizo rodear por ministros influenciados por el pensamiento de la ilustración francesa, quienes insistieron en el valor de la razón y en la importancia de la educación como vía para transformar y modernizar a la sociedad. Además, los ministros y monarcas ilustrados promovieron la tolerancia, el desarrollo del conocimiento científico y la tecnología. El plan de las reformas borbónicas tuvo varios objetivos primordiales: centralizar el poder en el monarca, mejorar la administración política de las colonias, extraer más recursos económicos de las mismas y liberalizar el comercio en el imperio. Todo ellos para modernizar la economía y la política de la monarquía española.



Las reformas en Nueva España: nuevo estilo de gobierno, división política, establecimiento del ejército y la apertura del comercio libre
En la Nueva España las reformas cobraron mayor fuerza con la llegada del visitador José de Gálvez de 1765 a 1771. Este funcionario hecho a andar varios proyectos que modificaron la vida económica, política y social de la Nueva España. El proyecto de Gálvez contemplo un nuevo estilo de gobernar. La corona deseaba recuperar el poder hegemónico que tenía sobre sus colonias; para ello se buscó fortalecer el poder del monarca y disminuir la influencia de las autoridades locales.
  Con el afán de tener mayor control sobre sobre las decisiones políticas en las colonias, Gálvez siguió la instrucción de prohibir el acceso de los criollos a puestos de alto rango, cargos que solo los españoles peninsulares podrían ocupar. Este movimiento buscó evitar la consolidación de una elite política novohispana y mantener la lealtad de los súbditos a la corona española.
  En el aspecto económico, las nuevas reformas de ejercer el poder absoluto de la monarquía Borbón se vio reflejado en la centralización de la recaudación fiscal. A partir de la segunda mitad del siglo XVIII, los funcionarios que cobraban los impuestos en las colonias comenzaron a depender cada vez más directamente del rey de España.
  Una de las reformas políticas más significativas fue la reorganización de la división territorial de la Nueva España. Durante siglos la administración de esta colonia americana fue muy compleja y heterogénea. Existían reinos, provincias y gobernaciones que coexistían una con la otra. Siguiendo la organización geopolítica francesa, las autoridades borbónicas dividieron el territorio novohispano en 12 intendencias, la de México, Puebla, Oaxaca, Veracruz, Valladolid, San Luis Potosí, Guadalajara, Guanajuato, Durango, Zacatecas, Arizpe-Sonora y Mérida. La nueva división política simplifico la administración de la colonia, además de continuar restando poder a las autoridades locales para fortalecer la imagen del monarca, ya que los nuevos intendentes fueron peninsulares nombrados por el mismo rey.



  Batallón de Pardos de Guadalajara. Dibujo en
  expediente sobre el establecimiento y subsistencia
  de los regimientos.
Otra de las medidas de modernización implementadas por los Borbones, fue la creación de milicias y regimientos y del primer ejército novohispano. Durante dos siglos, el reino no requirió tener un cuerpo armado para legitimar al gobierno ni para proteger al territorio,  pero Felipe V emitió la Real Ordenanza sobre las milicias provinciales de la Corona de Castilla en 1734. La creación de cuerpos militares, para defender el territorio se extendió hasta las colonias americanas. En 1762, las fuerzas inglesas ocuparon las posesiones españolas de la Habana y Manila, lo cual represento un gran riesgo para el gobierno español y obligo al mismo a fortalecer los cuerpos militares de todo el imperio.
  Hacia 1779, Nueva España tenía varios regimientos de infantería entre los que destacaban los de México, Tlaxcala, Puebla, Toluca, Córdova y Jalapa; el batallón de Oaxaca, Pardos de México y Veracruz, así como como el regimiento de caballería de Querétaro.





Además de las reformas políticas, el proyecto borbónico impulso importantes transformaciones en el campo de lo económico. Una de las más trascendentes fue liberalizar el comercio. Frente al dominio comercial de los ingleses, las autoridades españolas comprendieron la urgencia de incorporar las ideas del liberalismo económico en el comercio español. La apertura comercial se inspiró en la idea de “dejar hacer y dejar pasar”; con esa concepción contraria al mercantilismo, el Estado no debía intervenir ni en la producción y distribución de las mercancías. Con esto, los Borbones buscaron poner fin a los monopolios comerciales.




Referencia Bibliográfica
Alejandra Maldonado Rios, Estela Roselló Soberón. Historia 2 Secundaria. SM Ediciones. México, 2015. pp.70-80.

Guerra de Reforma

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